Normalmente me levanto sobre las cinco y media de la mañana, aunque a veces la pereza hace que me levante a menos cuarto. Soy dormilona y me cuesta levantarme pero una vez que pongo el pie en el suelo no tengo pereza, nunca estoy de mal humor al levantarme, simplemente me pongo en marcha.
Vivo a las afueras de la ciudad así que tengo que conducir durante una hora y cuarto hasta mi trabajo. Esta mañana mientras conducía, pensaba en la vida en general, en lo que nos da y nos quita con su polos opuestos. Por un lado nos regala la maravilla de la naturaleza, por otro nos pone las cosas difíciles a veces, como para ponernos a prueba. Mi corazón estaba apesadumbrado porque ayer no fue un buen día, ese era la parte negativa que la vida me regalaba hoy, la parte positiva era el amanecer que estaba contemplando, y es que no hay nada como un amanecer en el campo. Mientras en la radio de mi coche sonaba Phill Collins, a mi derecha, la luz del sol empezaba a salir, los colores del cielo eran alucinantes, empezaba con distintas tonalidades de rosa para después tornarse violeta hasta que se difuminaba confundiéndose con la noche. A mi izquierda todo era oscuro. Lados opuestos, como la vida misma...
Pensaba en mi vida, en los intentos de acercarla al amanecer, de vestirla con colores rosas, naranjas y violetas y lo que me estaba costando, lo que se empeñaba en resguardarse en la noche. Soy optimista, y cuando he estado mal he pensado que no pasaba nada, el lado de la noche también tiene sus encantos, la luna y las estrellas la hacen única, pero tengo ganas de cambiar de escenario, tengo ganas de acercarme al sol. De vez en cuando la vida me regala rallitos de sol, me acerca a él para que pueda sentir su calor, pero enseguida me coloca en mi escenario, entre las estrellas...
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"He perdido mi gotita de rocío!!, dice la flor al cielo del amanecer, que ha perdido todas sus estrellas"
Rabindranath Tagore
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