Recordaba cuando conoció a Lucas, era un día de marzo soleado. Lucas lanzó un leño al lago y Duque recogió el leño para jugar, desde entonces no habían dejado de jugar en el lago ni una sola tarde, tan sólo los días muy lluviosos faltaban a su cita. Cada día, mientras caminaban hacia el lago, Lucas le hablaba de Sultán: “Es un gato muy listo, y muy ágil, ha conseguido el premio del salto más alto en el concurso del año pasado…..” Duque miraba con atención a Lucas y deseaba que algún día hablase con ese brillo en los ojos de él. Mientras Lucas, ajeno a los deseos de Duque, seguía contando sus planes de futuro: “Sabes Duque? Sultán y yo nos iremos a recorrer mundo cuando yo sea mayor, conoceremos todos los países y no nos separaremos nunca” lo decía con cierta emoción en la voz mientras Duque sentía que el corazón se le encogía, qué sería de él entonces?…… Sacudió su cabeza, a Duque no le gustaba recordar esas sensaciones, él estaba contento con Lucas, estaba muy orgulloso de ser su amigo y no pedía nada más, además, al día siguiente se cumpliría un año desde que empezaron su amistad y estaba seguro que le traería un gran hueso. Todavía recordaba la lata de sardinas que compró para Sultán en su último aniversario, Duque le había acompañado a comprarla, se imaginaba la cara de Sultán al recibirla, si hubiese sido él le hubiese llenado la cara de lametazos como haría al día siguiente cuando le entregase su hueso.
De pronto se dio cuenta que el sol estaba muy bajo, desde cuando estaba esperando a su amigo? Mientras recordaba el año juntos se le había pasado el tiempo volando y no se había dado cuenta que Lucas no llegaba. Preocupado decidió acercarse a su casa, desde la verja vio que en el jardín había una gran fiesta con música. Allí estaba Lucas y Sultán con más niños y mascotas, todos reían contentos porque Lucas había conseguido la beca tantas veces soñada para aprender a tocar el órgano. Duque movió el rabo contento, un hurra por su amigo! Y empezó a ladrar para avisarle que estaba allí, seguro que con la emoción se le había olvidado avisarle. Pero nadie le oyó, la música estaba alta y Lucas se olvidó de Duque….
Al día siguiente fue fiel a su cita en el parque, su rabo bajo y su cara triste transmitía lo que sentía, aunque sabía que el gran hueso que le esperaba como regalo de aniversario le arreglaría el día. Lucas al verle entendió el estado de ánimo de su amigo, así que antes de encaminarse al lago se sentó en el banco y le dijo: “Verás, me han concedido la beca tan ansiada, ayer hice una fiesta y me olvidé decirte que no acudiría a nuestra cita, entenderás que era una fiesta para allegados, tú eres mi amigo de juegos, no eres un allegado, lo entiendes verdad? Además, ese tiempo le correspondía a Sultán, entenderás que no deje a Sultán para venir a celebrarlo contigo verdad?” Duque supo entonces que ese día no tendría hueso, ni viajaría nunca por el mundo al lado de Lucas, ni harían juntos todas esas cosas que hacen los “allegados”.
No, no lo entendía.
“Un perro es la única cosa en la Tierra que te amará más de lo que tú te amas a ti mismo”
Josh Billings.