La noche estaba limpia de nubes, sólo salpicada por miles de estrellas, la temperatura era agradable y el perfume a jazmín y azahar impregnaba el ambiente. A la Luna le gustaba las noches como esa, se entretenía en mirarse en el mar tranquilo y apacible, jugaba a hacer formas en el agua con sus destellos, iluminaba senderos, recogía los deseos de los enamorados...
Esa noche la Luna tenía un cometido, buscar a un soñador para prestarle su ayuda. Buscó con insistencia hasta encontrarle sumergido en su última obra, en una pequeño pueblo de pescadores de ballenas de la costa francesa. Tenía que acabar el libro que estaba escribiendo, se cumplían los plazos y aún le quedaba un capítulo, el prólogo y las conclusiones... se acababa el tiempo. Cansado y estresado, se sentía sin energía a pesar de ser consciente de su excelente trabajo.
La Luna se asomó a su ventana y le miró con ternura, su ceño fruncido indicaba que su esfuerzo no estaba siendo tan productivo como él esperaba. Sintió la necesidad de acariciarle, protegerle, ayudarle en su tarea y dejó que unos suaves destellos llegaran hasta él, no debían molestar para no desviar su atención.
Le impregnó con su luz, su centelleo eran delicadas caricias que le inspiraban; poco a poco su ceño se fue tersando, los dedos se deslizaban veloces por el teclado y su obra por fin fluía. La habitación se llenó de todo tipo de letras formando palabras que rápidamente se ordenaban en perfecta sintonía hasta ver su trabajo finalizado.
Al alba morfeo le acogió mecido por la luz de la luna, mientras ella le observaba con ternura, guardiana de sus secretos nocturnos…..
"En el majestuoso conjunto de la creación, nada hay que me conmueva tan hondamente, que acaricie mi espíritu y dé vuelo desusado a mi fantasía como la luz apacible y desmayada de la luna"Gustavo Adolfo Bécquer