Por qué la sexualidad es cosa de hombres? Por qué es básicamente falocrática y falocéntrica? Qué nos ha pasado a las mujeres?
Hubo un tiempo en que las mujeres podían expresar sus deseos, manifestar su libido sin miedo a ser censuradas por la sociedad, no existía la posesión de las personas, ni lo límites o la coacción a la hora de expresar deseo sexual por otra persona. En el 6.500 y el 3.500 a. c. en la llamada Antigua Europa , el útero era aquello cuyo latido significa vida; algo análogo a lo que en nuestro mundo simbólico significa el corazón: el amor y la vida. Las mujeres eran conscientes del poder de dar placer a través de las contracciones de su útero, sabían que el origen del auténtico orgasmo femenino está en el cuello del útero, no sólo en la vagina o el clítoris.
Pero aparece la espiritualización cristiana con su sociedad patriarcal y nos dice que el pecado entró en el mundo por la mujer, y nos habla de una manzana que no debemos comer y de una serpiente y de la expulsión del paraíso……. Y con todo eso llega la castración de la mujer…..y los úteros sólo son recordados a la hora de fecundar y después se vuelven músculos muertos, rígidos, atrofiados por no ser usados
A partir de entonces nos educan para que seamos “decentes” para no ser confundidas con prostitutas, está mal provocar a los hombres, peor aún demostrar lascivia, todo lo que tenga que ver con tintes sexuales queda reservado al mundo de la pareja y mejor no hablar de ello porque ni siquiera es de buen gusto….¿Y qué ocurre realmente con la verdadera líbido y anhelo de la mujer? El deseo se reprime, se sublima en amores románticos y espirituales, se manipula y, finalmente, lo que queda después de toda esta descomposición, se orienta hacia el falo, dejando un rastro de enfermedades psicosomáticas que prueban la quiebra de la autorregulación de la vida: partos traumáticos, histerias, depresiones, falta de leche, dolores menstruales, etc.
Tres cosas prueban de forma irrefutable que nuestro orden sentimental, a pesar de Cupido, de San Valentín, etc. etc. es un desierto afectivo: 1) La angustia existencial que forma nuestro esqueleto psíquico, y que nos acompaña durante nuestras vidas a niveles más o menos profundos, y que por eso aflora cuando las cosas nos van mal (las famosas 'depresiones'). Esto se debe a lo siguiente: la sociedad no reconoce ni acepta a las criaturas humanas como seres productores de deseos; y eso significa que desde que nacemos nuestra existencia está cuestionada por la sociedad. Aunque no nos lo digan, aunque no lo sepamos, nuestro inconsciente sí sabe que la negación de nuestros deseos es la negación de nuestra vida. Esto no es 'civilización', esto es un cuestionamiento de nuestra existencia que produce la angustia y el miedo que larvan en nuestro interior y que salen a la superficie según las circunstancias. 2 ) La insaciabilidad en el afán de poseer , el deseo se ha transformado ya en miedo a carecer, y este miedo, a su vez, en afán de poseer al otr@. Hemos entrado en el reino de la pareja que trata de compensar la carencia y la soledad con la posesión; 3) Y, en fin, tenemos la aparición del animal de compañía, del 'pet', con toda su industria, como consuelo y nimia compensación del desierto; tanto más extendido cuanto más desarrollada está la sociedad patriarcal y hay más individualización y más soledad.
Está claro que en este desierto, la pareja, o el espejismo de la pareja, es el oasis, real o virtual; el mal menor. Como lo es para el niño del orfanato que una familia bien constituida lo adopte.
Hubo un tiempo en que las mujeres podían expresar sus deseos, manifestar su libido sin miedo a ser censuradas por la sociedad, no existía la posesión de las personas, ni lo límites o la coacción a la hora de expresar deseo sexual por otra persona. En el 6.500 y el 3.500 a. c. en la llamada Antigua Europa , el útero era aquello cuyo latido significa vida; algo análogo a lo que en nuestro mundo simbólico significa el corazón: el amor y la vida. Las mujeres eran conscientes del poder de dar placer a través de las contracciones de su útero, sabían que el origen del auténtico orgasmo femenino está en el cuello del útero, no sólo en la vagina o el clítoris.
Pero aparece la espiritualización cristiana con su sociedad patriarcal y nos dice que el pecado entró en el mundo por la mujer, y nos habla de una manzana que no debemos comer y de una serpiente y de la expulsión del paraíso……. Y con todo eso llega la castración de la mujer…..y los úteros sólo son recordados a la hora de fecundar y después se vuelven músculos muertos, rígidos, atrofiados por no ser usados
A partir de entonces nos educan para que seamos “decentes” para no ser confundidas con prostitutas, está mal provocar a los hombres, peor aún demostrar lascivia, todo lo que tenga que ver con tintes sexuales queda reservado al mundo de la pareja y mejor no hablar de ello porque ni siquiera es de buen gusto….¿Y qué ocurre realmente con la verdadera líbido y anhelo de la mujer? El deseo se reprime, se sublima en amores románticos y espirituales, se manipula y, finalmente, lo que queda después de toda esta descomposición, se orienta hacia el falo, dejando un rastro de enfermedades psicosomáticas que prueban la quiebra de la autorregulación de la vida: partos traumáticos, histerias, depresiones, falta de leche, dolores menstruales, etc.
Tres cosas prueban de forma irrefutable que nuestro orden sentimental, a pesar de Cupido, de San Valentín, etc. etc. es un desierto afectivo: 1) La angustia existencial que forma nuestro esqueleto psíquico, y que nos acompaña durante nuestras vidas a niveles más o menos profundos, y que por eso aflora cuando las cosas nos van mal (las famosas 'depresiones'). Esto se debe a lo siguiente: la sociedad no reconoce ni acepta a las criaturas humanas como seres productores de deseos; y eso significa que desde que nacemos nuestra existencia está cuestionada por la sociedad. Aunque no nos lo digan, aunque no lo sepamos, nuestro inconsciente sí sabe que la negación de nuestros deseos es la negación de nuestra vida. Esto no es 'civilización', esto es un cuestionamiento de nuestra existencia que produce la angustia y el miedo que larvan en nuestro interior y que salen a la superficie según las circunstancias. 2 ) La insaciabilidad en el afán de poseer , el deseo se ha transformado ya en miedo a carecer, y este miedo, a su vez, en afán de poseer al otr@. Hemos entrado en el reino de la pareja que trata de compensar la carencia y la soledad con la posesión; 3) Y, en fin, tenemos la aparición del animal de compañía, del 'pet', con toda su industria, como consuelo y nimia compensación del desierto; tanto más extendido cuanto más desarrollada está la sociedad patriarcal y hay más individualización y más soledad.
Está claro que en este desierto, la pareja, o el espejismo de la pareja, es el oasis, real o virtual; el mal menor. Como lo es para el niño del orfanato que una familia bien constituida lo adopte.